INTRODUCCIÓN:
La muerte de Manuel fue uno de esos hechos que marcan la vida de una familia. Esto ocurrió en 1950, siendo mi madre pequeña, y ella siempre me ha contado que no tuvo infancia, ya que tras la muerte de Manuel, su hermana Catalina, mi abuela, murió en vida, vistió el luto y ya no hubo un momento de alegría en casa. Además Josefa, madre de Manuel y de mi abuela Catalina, cayó en una profunda depresión que acabó en su muerte 3 años más tarde.
Esta historia siempre está presente en mi casa y mi madre recuerda a su tío Manuel cada año que llega la romería de El Rocío. Por eso creo que el no olvidar lo que pasó aquel 14 de mayo de 1950 en la procesión de la Stma. Virgen de El Rocío por las calles de Almonte, no solo sirve para honrar justamente la memoria de mi tío/abuelo, sino que también es algo necesario para la buena salud de nuestra romería.
LA MUERTE DE MANUEL:

Mi tío/abuelo era Manuel Jiménez Iglesias de 36 años, apodado el Nonito (por ser el pequeño en edad de la familia de los Nonos) soltero y zapatero de profesión, tenía su zapatería en la calle Sevilla y vecino de la calle El Cerro (antiguamente calle Cepeda). Manuel era uno de esos “hombres de la virgen,” un gran devoto de la Virgen de El Rocío, de manera que cada vez que la Virgen salía en procesión, él estaba el primero para el salto de las rejas. Era un hombre alto y corpulento y con sus buenos amigos como Antonio Caballero y gente de la familia de la Moyana, también hombres fuertes, hacía lo que más le gustaba: procesionar con la Virgen agarrado a sus varales.
La Virgen había venido a Almonte en el 20 de agosto de 1949 para la reinauguración de la parroquia de la Asunción y aquel 14 de mayo de 1950 Ella se disponía a procesionar por las calles de Almonte antes de volver a su Santuario a El Rocío el día 18 de mayo de 1950.
Manuel, estuvo toda aquella mañana del 14 de mayo trabajando en la zapatería, tenía algún que otro trabajo que terminar, y justo antes de baja a la Virgen de su altar fue a la parroquia para participar de ese momento tan especial para cualquier almonteño.
Llega el salto, Manuel se dispone en la parroquia junto a tantos almonteños y bajan la Virgen de su altar. Nervios, adrenalina, emoción; hubiera sido una procesión normal si no fuera que al bajar la Virgen al suelo para empujarla hasta la puerta con las carruchas (en aquel entonces con muy poca altura), Manuel queda atrapado abajo. No se sabe exactamente qué es lo que hizo que mi tío/abuelo quedara atrapado en el pequeño espacio que había entre las carruchas y el suelo tras bajar la Virgen del altar, si fue algún tipo de desmayo o simple tropiezo, la única verdad es que el empuje de los almonteños para sacar la Virgen fuera de la parroquia hizo que no se pudiera sacar el ya cuerpo sin vida de mi tío hasta que no se levantó el paso en el porche de la Iglesia. Recorrió arrastrado bajo el paso de la Virgen todo el largo de la cruz de la parroquia
Desgraciadamente ya no se podía hacer nada, pero algunos hombres consiguieron sacar el cuerpo, y tal y como me narró Luis Guitar Auden, que tenía 19 años en aquel entonces, recuerda que vio como lo tumbaron en una escalera y a modo de camilla, lo sacaron a través de la sacristía para llevarlo a la consulta de Don Ángel en la calle Sevilla, el médico del pueblo.
Juan Iglesias “el del cartabón” y Agustín “el de la casa reloj”, que en aquel entonces tenían alrededor de 20 y 26 respectivamente, me contaron que ese fue un momento muy confuso para todos aquellos que estaban en la procesión, muchos no sabían que había pasado, que rápidamente se extendió el rumor de que Manuel se encontraba bien, que Don Ángel lo había podido salvar, para que nadie se alarmara y no se parase la procesión. Aunque como ya he dicho, Manuel ya había fallecido antes incluso de salir de la parroquia. Solo fue cuando ya acabó la procesión cuando el pueblo se enteró de lo pasado.
Como es habitual en estos casos, rápidamente se extienden teorías y bulos de lo que pasó y por qué pasó, y el más hiriente de todos ellos para mi familia fue que Manuel iba embriagado. Era normal que en aquellos tiempos (como ahora), para celebrar estas festividades, en cualquier taberna o bodega corrieran los litros de vino, por lo que entiendo que este bulo nació de la rutina de muchos hombres de aquella época. Solo que no fue así.
Aquella mañana del 14 de mayo de 1950, Águeda Báñez, madre de Josefa Pérez, que años más tarde fue Hermana Mayor de nuestra Hermandad Matriz en el año 1996, aseguró con su testimonio a mi familia, que no estaba embriagado ni mucho más lejos de la realidad, sino que Manuel estuvo toda la mañana trabajando en su zapatería, ya que ella misma fue a la zapatería minutos antes del salto las rejas a recoger el arreglo de unos zapatos que le tenía encargado, y Manuel había tenido que estar trabajando en ello y en otros encargos toda la mañana.

TRAS LA MUERTE DE MANUEL:
Como ya he comentado, la muerte de Manuel, fue un duro revés para la familia. Una familia, que a pesar que siempre aceptó el hecho como un trágico accidente, sin señalar culpables, nunca recibió unas condolencias de ninguna institución por lo sucedido. Fue un hecho que desgraciadamente fue ocultado, entiendo que para no manchar la fama de una romería creciente como era en aquellos tiempos.

Como ya comenté en la introducción, toda esta investigación empieza cuando investigo mi árbol genealógico y para investigar la vida y muerte de Manuel, consigo su partida de defunción en el Registro Civil de Almonte, que dice lo siguiente:
Creo que tras tantos años de la muerte de Manuel, he sido el único que ha pedido su partida de defunción en mi familia (Manuel no tenía hijos ni esposa), porque lo primero que llama la atención es la causa y lugar de la muerte, que pone que esta fue de una “congestión cerebral” que sufrió en “su domicilio.” Obviamente estos datos son falsos, por lo que ya sabemos de los distintos testimonios.
Es más, las distintas crónicas periodísticas de la fecha referente a la procesión de aquel día, ninguna habla de lo sucedido. Pongo la siguiente a modo de ejemplo:

Esta historia acabaría aquí, pero la muerte de mi tío/abuelo se hizo saber fuera de Almonte.
En aquel entonces, aun no fundado el obispado de Huelva, la provincia dependía religiosamente del Arzobispado de Sevilla, y en aquellos tiempos el Cardenal de Sevilla era Pedro Segura y Sáenz, un hombre caracterizado por sus ideas firmes, su carácter y por el mero hecho de no mirar hacia otro lado cuando veía algo que no le pareciera correcto.
Al Cardenal Pedro Segura no le gustaba el Rocío, para él “la procesión del Rocío, tan ajena completamente al espíritu de las procesiones de la Iglesia, cuya reglamentación se contiene en el reciente Sínodo Diocesano;”<Nota 1> de manera que este trágico hecho, al llegar a sus oídos, no pasó desapercibido y el 24 de mayo de 1950 envió tres misivas: al presidente de la Hermandad Matriz de Almonte (en 1950 Manuel Escolar Peláez); al general de la Guardia Civil de la región y al alcalde de Almonte (en aquel entonces Heliodoro Carrión)<Nota 2>.
Las tres cartas decían lo siguiente <Nota 3>:
“Conocedor de los hechos lamentables, bochornosos y de gran responsabilidad, acaecidos en la parroquia de Almonte, con motivo de la salida de la Virgen del Rocío para la procesión, cumplimos el deber de conciencia de procurar evitar la repetición de semejantes hechos en el porvenir.
Por lo cual, en virtud de la presente comunicación, disponemos que nadie, dentro de la iglesia parroquial o de la ermita de la Virgen del Rocío, pueda levar la sagrada imagen, si no es previamente designado por la Hermandad, a cuyo fin de que esta nuestra orden sea exctamente cumplida.
Dios guarde a V. muchos años.
Sevilla, 24 de Mayo de 1950.
PEDRO, CARDENAL SEGURA Y SAENZ,
ARZOBISPO DE SEVILLA
Sr. Presidente de la Junta Directiva de la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío, de Almonte.”
Esta carta tiene respuesta por parte de la Hermandad, que a través de una sesión extraordinaria del día 26 de mayo de 1950 contesta lo siguiente <Nota 4>:
“Esta carta ha venido a aumentar nuestro profundo disgusto, por los hechos ocurridos el día 14 de mayo, al celebrarse la procesión de la Stma Virgen del Rocío, siendo los miembros de esta junta los primeros en deplorar los hechos acaecidos que tanto perjudican al buen nombre de este pueblo, ya que de ellos se pueden aprovechar los detractores sin tener estos en cuenta que es cada día mayor la fe y amor que almonte profesa a la Smta Virgen.
Fue acuerdo unánime dar el más exacto cumplimiento a las órdenes dictadas por el Ecmo. Y Rvdm. Sr. Cardenal.”
Carta enviada al general de la Guardia Civil destinado en la región:
“Excelentísimo Señor:
Graves, lamentables y criminales hechos se desarrollaron en la iglesia parroquial de Almonte, con motivo de la salidad de la sagrada imagen de Nuestra Señora del Rocío en procesión.
Para evitar que estos hechos vuelvan a repetirse, en las próximas fiestas, que se celebran en la ermita del Rocío, de Almonte, en las inmediatas festividades de pentecostés, encarecemos a V. E. tenga a bien dar sus órdenes para que la Guardia Civil urja el cumplimiento de Nuestro mandato y mantenga el orden debido en aquella solemnidad religiosa.
Dios guarde a V. E. muchos años.
Sevilla, 24 de Mayo de 1950.
PEDRO, CARDENAL SEGURA Y SAENZ,
ARZOBISPO DE SEVILLA
Excmo. Sr. General de la Guardia Civil de esta Región.”
Carta enviada al Alcalde de Almonte:
“Conoce sobradamente V. S. los graves atropellos, de responsabilidad criminal, llevados a cabo en esa villa, con motivo de la salida procesional de la sagrada imagen de Nuestra Señora del Rocío en sus fiestas. Por lo cual hemos acordado que sean designadas, por la Junta Directiva de la Hermandad, personas que sólo ellas puedan llevar la Virgen dentro de la iglesia.
Lo que nos complacemos en comunicar a V. S. para que se ponga al habla con la Hermandad y con la Guardia Civil, y preste su valioso apoyo para que todo se haga ordenadamente, en las próximas fiestas de Pentecostés, en la ermita del Rocío.
Dios guarde a V. S. muchos años.
Sevilla, 24 de Mayo de 1950.
PEDRO, CARDENAL SEGURA Y SAENZ,
ARZOBISPO DE SEVILLA
Sr. Alcalde Presidente del Ayuntamiento de Almonte.”
Como se puede leer en estas cartas el cardenal, ordena que la procesión y en especial el salto de las rejas se haga de distinta manera a como se venía haciendo, para que no vuelvan a suceder estos hechos, aunque como ya sabemos esto nunca se cumplió.

CONCLUSIONES:
Este desgraciado hecho no pasó desapercibido para todo aquel que lo conoció en persona y ni mucho menos para mi familia. Puedo llegar a entender que en aquellos años de auge de la romería, no se quiso dar demasiado bombo a unos hechos que podían manchar la imagen de nuestra tradición y fervor más almonteño, aunque obviamente, el silencio hace que no se cierren las heridas.
Creo que con este dossier hago justicia para que no se olvide a Manuel ni lo que le pasó. Un hombre de la Virgen, un ferviente devoto que murió en un desgraciado accidente, haciendo lo que más le gustaba, procesionar agarrado a los varales de la Virgen del Rocío.
Descansa en paz.

NOTA 1: “Pedro Segura. Un Cardenal de fronteras.” Francisco Gil Delgado. Ed. Biblioteca de Autores Cristianos. Pag. 407-408.
NOTA 2: Se hace referencia a estas cartas en el libro “Pedro Segura. Un Cardenal de fronteras.” Pag. 546-547.
NOTA 3: Estas cartas se encuentra en el Boletín Oficial de la Archidiócesis de Sevilla (BOAS) de 1950. Pag. 363-364.
NOTA 4: Archivo de la Hermandad Matriz de Almonte. Legajo 2, libro 4. Actas.Anuncios